El caso es que el tiempo de esos tiempos también lo retrató alguien en El árbol de los zuecos (1978). Otro ángulo más, pero otras vidas, otro cine, suficiente por ello, y en este caso, puede, que necesario. Porque de esta película, que leo ahora por los internetes que es magnífica, sólo sé que jamás se ha borrado de la memoria, un evento rarísimo, y que recrea la vida casi desde dentro de los costurones de la vida misma. Veremos a otros chiquillos italianos, a otras gentes sencillas y aplastadas por el hambre y por algún otro patrón. Los niños se parecerán tanto a los de Los camaradas, y los viejos… y sin embargo se parecerán, en realidad, tan poco.
El árbol de los zuecos es una pretensión soberbia de hacer algo grande a partir de lo más pequeño quizás, con toda la intención y con todas las aspiraciones.
Y puede que, raramente, no fracasada.
Es imprescindible asistir a la vida de esos campesinos lombardos acompañados. Otra cosa sería una insensatez y un desaire.
Veámosla, el martes 2 de abril en La Morada a las 19.30h esta vez, que dura lo suficiente, como la vida, como para llevar algo de avituallamiento y mirar cenando, o como se diga.
PD: Por si las dudas, si le preguntas a Al Pacino cuál es su película favorita…