Es tiempo de conspiraciones. De espías soviéticos. De grabaciones ilícitas a contrincantes políticos. De asesinatos a presidentes y presidenciables. Y Coppola se propuso condensar la paranoia imperante en la figura de su protagonista, incapaz de alcanzar esa mirada o escucha aséptica de la que se vanagloria. A medida que su duda crece su mundo se hace más y más pequeño: una furgoneta, una casa, una habitación, una esquina, el altavoz de un magnetófono. Hay quien dice que la película refleja como ninguna el espíritu de su tiempo. Ellos sabrán. ELLOS.
La película narra su historia siguiendo una dirección estricta. Sin dispersiones, sin rodeos, sin atajos. Todo se ordena alrededor de ese conflicto central que estructura con rigidez la trama, sobre el que se dan vueltas y vueltas. Intriga, intriga, intriga. Quizás algún desvío mínimo, por aquello de redondear a este antihéroe moderno del que, como ocurría con los mejores héroes clásicos, se ensalzan sus habilidades y se insinúan sus cicatrices. Porque viene traumado, cómo no, con lo que gusta en el cine aquello de que los fantasmas del pasado vuelvan por Navidad. Con lo que se aprecia una buena mancha en el orden, brote ésta del recuerdo o de un sumidero. En este sentido, si no recuerdo mal, a Žižek le encanta cierto plano de esta película, que considera una forma genial de representar, sin arabescos, sin tapujos, esa idea tan psicoanalítica del “retorno del trauma”. Ellos sabrán. ELLOS.
Todo termina con alguien tocando el saxofón, en clave de jazz, según me han recordado. Pero empieza el próximo martes a las 20:00, en el cineclub de La Morada.