Y es precioso cómo Paul Newman (sí, el mismo, el de los ojos azules, acompañado de su familia) filma este aire de palabras y gestos y afectos incumplidos. Es precioso porque se ve, el aire, el entre, la interdependencia: una imagen atómica. Y porque duele. A las ocho de la tarde en el cine-club de La Morada, we can go home again.
It's your only chance of survival. All the rest is vanity. Todo lo demás es vanidad. Y a veces torpeza, estupidez, miedo, distracción. Y prisa. Y escasez. La prisa de la escasez. Y rencor. Como en la película de mañana martes, The Effect of Gamma Rays on Man-in-the-Moon Marigolds (El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas, Paul Newman, 1972), en la que uno de sus personajes (que es una mujer, que es una viuda, que es una madre) es prácticamente incapaz de decir nada que no parezca una venganza contra todo y contra todos, cada vez. Es su manera de ser graciosa, además, y su manera de no estar presente, de esquivar el presente. Y no se aviene muy bien con los deseos de su hija mayor y con la sensibilidad de su hija pequeña, que se llama Matilda y es el gran sol, la caja de resonancia, el héroe de la película. La prueba de que el mundo se vuelve inagotable, infinito, si uno presta la suficiente atención. El mundo de Matilda desborda las paredes de esta casa en la que es tan difícil cuidar y ser cuidado, esta casa a la que regresa del colegio emocionada de puro aprender, cargada de tesoros que no puede compartir, que se pierden en conversaciones mezquinas o bajo la autoridad de una madre sin autoridad, que no acostumbra a dar sus razones. Que exige una especie de complicidad animal, complicidad de manada, de supervivencia. Pero para sobrevivir hay que cuidar, quizás ella se dé cuenta, al final, quizás comprenda finalmente y actúe en consecuencia, inventando otro escenario, otras maneras. Inventando con sus hijas y no a costa de sus hijas. Quizás.
Y es precioso cómo Paul Newman (sí, el mismo, el de los ojos azules, acompañado de su familia) filma este aire de palabras y gestos y afectos incumplidos. Es precioso porque se ve, el aire, el entre, la interdependencia: una imagen atómica. Y porque duele. A las ocho de la tarde en el cine-club de La Morada, we can go home again.
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