It feels so good to know two people
So in love, so in love
¿Veis qué guapos y felices, guapos porque felices, mirándose los unos a los otros con sus sonrisas ensoñadas?
Al principio son tres, los tres hombres, y son alemanes, en 1918, con una guerra sobrevivida juntos y una paz por compartir.
Entonces aparece Patricia. Erich se enamora de Patricia y Patricia se enamora de Erich y eso no cambia nada de nada en la amistad de los tres hombres.
Antes eran tres y ahora son cuatro, como los tres mosqueteros, Athos, Porthos, Aramis y D'Artagnan, o Gottfried, Otto, Erich y Patricia, y como ellos son amigos, muy amigos, frente al mundo, a pesar del mundo, contra el mundo.
El mundo alrededor es Alemania, años veinte, y aunque es una Alemania recreada en un estudio de Hollywood, es también un lugar amenazador, un lugar donde se intuye que lo peor está por venir y donde se oyen disparos en las falsas calles cubiertas de falsa nieve.
Los cuatro son como un pequeño mundo dentro de este mundo amenazador, sí, son un pequeño mundo extraño e ideal, armonioso, un mundo de gentileza y amor y amistad, y aunque la vida o el destino los irá quebrando, aunque esto será triste, muy triste (esta es una película de llorar), hasta el final quedará esa gentileza, ese saber quererse entre ellos.
Por eso recordé esta película la semana pasada, cuando vimos la gentileza de Bronco Bullfrog acogiendo a los amigos enamorados, dejándoles su cama y sus mantas y sábanas todavía no desembaladas. Sí, quise volver a ver una película donde la amistad velaba por el amor.
Borzage, el director, llegó a Hollywood muy muy joven, en los años diez, para hacer películas de vaqueros, aunque era un vaquero raro, un vaquero que podía ir montado en burro y ponerese violento y a continuación ponerse tierno.
Empezó haciendo películas de vaqueros y acabó haciendo películas que son como de otro tiempo, o de otro mundo, películas casi siempre de amor, a veces con milagros, a veces sin más milagro que el amor mismo.
Desde el principio, desde las de vaqueros, Borzage no necesitaba para hacer una película más que una mujer y un hombre y ponerlos juntos a que aprendan quererse, porque tienen que aprenderlo poco a poco, porque son como recién creados y tienen que inventarse a sí mismos y el mundo en el que viven, tienen que inventar un mundo dentro de otro mundo casi siempre lleno de pobreza y de catástrofes, de enfermedad y de guerra. Son amores que brillan como una vela en la oscuridad sobre a la que a cada rato pudiese soplar muy fuerte el viento de la realidad y apagarla, pero que aún así resiste.
A Borzage le bastaba con una mujer y un hombre para hacer una película y algo de esto hay en Three Comrades, pero de otra manera, porque las escenas más bellas, aquellas en las que se dicen las cosas más importantes, no son entre los dos enamorados, sino entre Patricia y uno de los amigos, ese que veis ahí, detrás de Patricia.
Y quizás estéis pensando que es porque se quieren y no es eso, o no es así, es porque se quieren con una amistad gentil que vela por el amor, es porque Three Comrades ya no cuenta el milagro de dos personas que se quieren en medio de un mundo amenazador, sino el milagro aún más extraño de cuatro amigos que se quieren en torno al amor de dos de ellos.
Y cuando están juntos, de a dos, de a tres o de a cuatro, brillan y, como dice la canción, uno se siente muy bien viéndolos, aunque hay un precio que pagar por ese sentirse bien y luego llorar sintiéndose triste pero bien, sí, el precio a pagar es dejar a la puerta el cinismo, por un rato, por hora y media, este martes, a las ocho, en el cine-club de La Morada.