Y ya que hablábamos de burlesco, queda decir que "Tres vidas y una sola muerte" es muy divertida. Te ríes aunque no entiendas nada, como el odio por Carlos Castaneda del profesor de antropología negativa o el odio a lo moderno del vagabundo amigo de Roland Topor. Ruiz sabía como nadie que la risa puede tejerse con los hilos del sueño. De hecho, no le importa que la gente se duerma viendo sus películas, ni ninguna, así que siéntanse libres de traerse el cojín, aunque la verdad es que yo recomendaría prestar cierta atención. Esta es una de esas que le pueden descubrir a uno sueños nuevos.
Estructuralmente es también muy alambicada, aunque también una de las películas más "sencillas" de Ruiz, que más o menos empezaba aquí una fase más "tranquila" (cuántas comillas hay que usar para hablar de este hombre), debido a la posibilidad de trabajar con actores de prestigio como, en este caso, Marcello Mastroianni. Es la época en que Ruiz centraba parte de sus intereses en criticar la teoría del conflicto central, el ordenamiento de todo aspecto narrativo y fílmico en atención al desarrollo de un conflicto único. Crítica a la que posiblemente llegó (aparte de su vocacional anti-imperialismo) por su cuestionamiento de las tradicionales relaciones entre fondo y figura: en Ruiz, tales pueden ser invertidas, aun como juego, y eso acaba afectando a la narración. Sin embargo, curiosamente, "Tres vidas y una sola muerte" juega a la negación de las propias teorías ruicianas, o acaso a que lo parezca. Tiene como protagonista al actor más importante de la historia del cine europeo, y Ruiz juega esa carta a conciencia, es decir: convirtiendo a Mastroianni mismo en el conflicto central (ahora que me doy cuenta, "Holy motors" podría verse como un remake de esta película). "Tres vidas y una sola muerte" juega a la coralidad, la multiplicidad, la dispersión, condensación, sustitución… pero todo dentro de una muy peculiar cárcel. Me atrevería a afirmar que Ruiz es el cineasta de la libertad por excelencia, tanto que no puede dejar de sentir el límite que constituye la película, lo que le acaba llevando a ser también el cineasta que mejor ha explorado la muerte. Como ejercicio de libertad. Un tipo curioso.