A finales de los años 50', Mankiewicz ya estaba prácticamente consagrado y aún así se atrevió con este melodrama absolutamente provocador en una época en la que los censores se empleaban a conciencia para eliminar cualquier sombra de homosexualidad de las tramas. Sebastián, aunque ausente, es uno de los primeros protagonistas homosexuales en un Hollywood totalmente reaccionario y moralista. Además de su tendencia sexual, el protagonista hace gala de una absoluta depravación y adivinamos que vive arrastrado por una espiral de sordidez para alimentar sus caprichos.
Cierra el triángulo familiar, Catherine Holly (Elizabeth Taylor), involuntaria testigo de ese último verano que la ha conducido al límite frente al vacío de la locura. La prima que acompañó a Sebastián en sus aventuras, en la búsqueda del más difícil todavía, porque cuando lo tienes todo, todo vale para continuar exprimiendo la vida. La frágil Catherine que pone en duda incluso quién es esa en el espejo después de que se haya cuestionado en tantas ocasiones la verdad de su versión de los hechos.
La psiquiatría tradicional es puesta en entredicho por un inconformista doctor Cukrowicz que abre el camino de la verdad frente a Catherine para tratar de esquivar la fatal lobotomía. Un desenlace que el propio Tennesse Williams no fue capaz de evitar en el caso de su querida hermana Rose quien quedó incapacitada de por vida por culpa de la lobotomía a la que fue sometida por orden de sus padres. Un doloroso trauma del que parece que trató de exorcizarse a través de esta obra. ¿Cuántas (y cuántos) Catherines modernas no han corrido su misma suerte y han sido lobotomizados farmacológicamente por sus psiquiatras en lugar de tomar el camino de la verdad?