En El viento, como en Stromboli, que vimos la semana pasada, las protagonistas son personajes que vienen de lejos y de un pasado. De un pasado del que escapan yendo a parar en un caso a una islita italiana amenazada por un gigantesco volcán y en el otro a un pequeño rancho en el oeste americano azotado por huracanes y por el terrible viento del norte. Ambas protagonistas serán vistas y tratadas con sospecha, con deseo, harán por adaptarse, porfiarán y por momentos se desesperarán, pero no dejarán nunca de hacer como constante forma de negativa vital a resignarse. Una trama minuciosa y apasionante que podemos ver no sólo a través de ellas, sino en ellas, en cada gesto de su rostro, en sus cuerpos. Había algo de mudez en Stromboli, una mudez en la que un llanto de un niño, un silbar traía toda una promesa de sentido. Y hay algo radicalmente sonoro en El viento, una película de la que es imposible acordarse sin tener ganas de sacudirse la arena y escuchar los remolinos golpeando incesantemente en el cristal de la pantalla.
La veremos en el Cine-Club de La Morada, el próximo martes 29 de julio a las 20:20 horas.