Esta película que traigo ahora transcurre en un entorno aun mas visiblemente rural, ambientada en los Cárpatos, pero con una historia difícil y penosa en cuanto al sentir y evolución del personaje al que seguiremos desde su infancia. Es sin dudas una historia hermosísima que llevó al cine el director soviético Sergei Parajanov (1964) que se inspira en un clásico del escritor Mykhailo Kotsubynsky. Fue parte de la lista negra de películas prohibidas por el cine soviético, pues lo simbólico de sus colores, la atención a la tradición tanto cristiana como pagana y la recurrencia a lo mágico no se ajustaba al realismo social.
Una de las primeras tomas sitúa la cámara sobre un árbol acabado de talar, arrastrando al espectador con él en su vertiginosa caída al suelo abriendo la tragedia.
Riquísima en cuanto a colores, vestimentas, música y costumbres. La película destila por parte del director un profundo conocimiento del pueblo que trata, los hutsul. Todo esto, como marco de una dramática historia de amor imposible de unos adolescentes que pertenecen a familias enemistadas, Ivan y Marichka, La historia transcurre mas visualmente que en los diálogos; cuándo los hay, son el mismo dialecto de este pueblo de alta montaña. Trata de la vida que sigue el protagonista, jornalero sumido en la desesperación de la pérdida, viaje que se podría asemejar en muchos momentos al que sigue el escritor, Apu, de la película india que ya vimos de Satyajit Ray.
Merecen toda nuestra atención los elementos que aparecerán de forma muy simbólica durante toda la película. El agua, el color, las herramientas de labor, los silencios…
Esta propuesta es de una belleza tal que declaro apasionadamente que no dejéis de verla.