Dos cosas hay, dos cosas, que pienso son las que componen una idea de juventud en el cine. La primera es, cómo no, una de las cosas más emocionantes que pueda haber: que se materialice ante nuestros ojos ya no un club secreto, sino de un mundo subterráneo con sus propias reglas, que pasa inadvertido u oculto al radar adulto. Como niña, y sin poder volver a constatar esto de lo que hablo, recuerdo haber visto Adios, cigüeña, adios (de Manuel Summers), y haber visto, creo que por primera vez, una vida clandestina en la que niños se ocupaban de cosas supuestamente de adultos, y que nada tenía que ver con remotos reinos mágicos. Lo mismo pasaba, por ejemplo, con Huckleberry Finn y esa fantasía de que una riada arrasara con todo e irme a vivir a mi aire en una balsa. O de ese comando de niños contrabandistas, célula revolucionaria sin adultos de Tonico y el secreto de estado (que es un libro de la colección El barco de vapor). O, ya más de mayor, ver cosas como The Cool World, If... o Cero en conducta.
Pero ahí ya tocamos la segunda cosa, que es el lado más salvaje, que es la necesidad absoluta de defenderse, y de resistir ante la persecución y el acoso del mundo adulto. Como sucede, de manera vibrante y alegre, en las dos antes citadas, If... y Cero en conducta. Sólo que a estas dos, para poder permanecer en el terreno de la juventud, no les queda más remedio que escaparse de la lógica y despegar huyendo del realismo. Pero hay otra manera, no por más cruda menos excitante, de escaparse de la vida adulta. Que es la vía suicida, y que de alguna manera termina por condensar quizás lo que más importa de todo esto, y es la idea de que sólo existe el presente. No se trata de una negación del futuro por puro pesimismo o tristeza, sino más bien de todo lo contrario: se trata de que todo está aquí y ahora, todo lo que merece ser vivido, y de que todo pasa muy deprisa. Por eso, quizás, una de las primeras ideas (ya vista anteriormente en el cineclub) fue Deprisa, deprisa. Porque he ahí el quid de la cuestión de ser adulto: anular el presente para asegurar un futuro (incierto, independientemente de planes de pensiones e hipotecas), y protegerse frente a la vida y frente a los demás con una gruesa barrera de pasado. Y no queremos eso. Bronco Bullfrog se presentó así como por ensalmo.
Además de la huida suicida de la vida adulta (huida ciega, como escapar de una persecución escaleras arriba y sin otros tejados a los que saltar), y del mundo propio incomprensible para padres y mayores de los tres adolescentes de Bronco Bullfrog, es importante considerar cómo se hizo la película. East End londinense, finales de los años sesenta. A raíz de unos talleres de teatro impartidos por Joan Littlewood para chicos y chicas "problemáticos" (en riesgo de emprender una carrera de delincuencia), Barney Platts-Mills, joven director que hizo un documental sobre la mentada señora, decide hacer una película con los mentados muchachos. Platts-Mills tiene 25 años. Eran otros tiempos, pero aún contaba con un pie en dicho club, con lo que fueron ellos mismos quienes idearon la historia, su propia historia, y quienes la interpretaron frente a las cámaras, con ese falso aplomo y esa indolencia -dique de contención de una tormenta subterránea. Del, aprendiz en un taller, protagoniza la película con su pelo demasiado crecido y sus botas proto-skin head (absolutamente incomprensibles para sus mayores), junto a su recién conocida cómplice, Irene. Hay algo difícil de explicar en esos momentos que viven juntos, de espaldas al opresivo futuro de trabajos alienantes y adultos comidos por la amargura que les reclama. Ir a las carreras, dar un paseo en moto, o tomarse un té (porque no da el dinero para ir al cine), son momentos que significan mucho más de lo que enuncia enumerarlos. Tienen ustedes que saber por qué, todo el que haya hecho pellas (de lo que sea) para no hacer nada en especial (especialmente en compañía de amigos), tiene que saber por qué.
La película se llama Bronco Bullfrog por la tercera pata de este banco, que no es el protagonista pero que es determinante de lo que la película es. Bronco Bullfrog es el apodo de un colega recién salido del reformatorio, que se dedica al robo de electrodomésticos y que vive no sólo de espaldas a la ley, sino solo y sin compañía de ningún adulto. Libre, y que arriesga el pellejo por serlo. Y quién sabe: quizás la única forma de no ser nunca un adulto es, aunque suene a evidencia, no llegar a serlo nunca. O no. Lo único que sí sé es que Bronco Bullfrog consiguió, hace muchos años, atrapar ese resplandor fugaz, que ahí sigue brillando (forever young) para que lo vemos en el Cineclub de La Morada.
https://www.youtube.com/watch?v=rWYDamfpzl8