Claro que, hablamos de Rohmer, y de La rodilla de Clara, uno de sus cuentos morales y una de sus películas más representativas. Evidentemente, no es así.
Entendamos las musas de la semana pasada como fuente de inspiración, más allá de su feminidad y su carácter divino.
El punto de partida lo construye la amiga del protagonista: necesita inspirarse para finalizar las últimas páginas de su libro, y qué mejor manera de hacerlo que utilizando a su recién llegado viejo compañero de escarceos para crear un enredo en el que ambos, uno como ‘musa’ (con comillas, no es solo musa sino sujeto activo; no se deja llevar por los azarosos acontecimientos, es él mismo el que crea la historia de la película con sus acciones) otra como escritora, estarán encantados de participar.
Sobre los cuentos morales, Rohmer se basó en una estructura tripartita, dos mujeres y un hombre en relaciones amorosas. El hecho de que no se note la presencia de la cámara ni en La rodilla de Clara ni en ninguno de sus cuentos atiende a una voluntad de representación de la realidad tal cual es; Rohmer no se superponía a los hechos, violentándoles a través de las deformaciones semánticas nacidas de la presencia de la cámara como objeto autónomo con ‘conciencia propia’. El estilo de Rohmer es su contrario, como el mismo declaraba en los años 60: “Un cine donde la cámara sea invisible puede ser un cine moderno. Lo que yo quisiera hacer es un cine de cámara completamente invisible. Siempre se puede hacer la cámara menos visible. Queda mucho por hacer (todavía) en este terreno”. Es ahí donde La rodilla de Clara pienso que se revela como una ficción en la que se ponen en tela de juicio tanto las acciones como las palabras de los personajes. El protagonista se define por lo que hace y no por lo que dice, habla y habla pero no dice nada, de ahí el gusto por la palabra hablada en el cine Rohmer: se aproxima a los caracteres de cada uno de los personajes a través de ella y no partiendo de los movimientos de cámara, es así, y solo así, como surge “una especie de verdad completamente diferente de la letra de los textos y los gestos, que sería la verdad de la película”. Jerome, el protagonista, tratará de conquistar a dos jovencitas instigado por su amiga novelista, pero finalmente entrará en profundas contradicciones que por más que se lo diga a si mismo, le hacen ver que aún no se ha librado de su pasado.
Poco he hablado específicamente sobre la película, y es que creo que no se puede hablar de una película de Rohmer sin hablar de las otras, o de su estilo; esta, como todo el cine del maestro que he podido ver, es un trampantojo en el que se generan discursos a través de la confrontación de discursos con más discursos, con lo que la realidad se revela en su total ambigüedad, ciertamente paradójico, pues Rohmer, como ya se ha dicho, era el ‘cineasta de la transparencia’.
La rodilla de Clara (1971), Francia. Dir. Eric Rohmer. Mañana martes 12 de abril en el cineclub La Morada.