No conoces el camino de la sangre. Los dioses no te añaden ni te quitan nada. Solamente, con un toque ligero, te clavan ahí donde has llegado. Lo que antes era deseo, elección, se te descubre destino. Eso quiere decir hacerse lobo. Pero sigues siendo el que huyó de las casas, sigues siendo el antiguo Licaón.
Si antaño bastaba una hoguera para hacer llover, quemar en ella a un vagabundo para salvar una cosecha, ¿cuántas casas de patrones habrá que incendiar, a cuántos matar en caminos y plazas, antes de que el mundo vuelva a ser justo y podamos decir nuestras razones?
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