Niccolò, Mavi e Ida viven en Roma a principios de los ochenta, con sus jeringuillas y sus sintetizadores impertinentes (aunque no todas las contemporaneidades resistan el paso de los años, Antonioni las acoge siempre, atentamente). Niccolò fuerza primero el encuentro con Mavi, y el cineasta ocioso se obstina en el misterio de la aristócrata ociosa hasta que llega la niebla, y parece que han quitado el mundo, y ella, la escrutada, considerada, evaluada, se desidentifica, desaparece. Y entonces fuerza el encuentro con Ida, la persona que habla en el centro del plano. Lo que dice es muy importante, importantísimo, la obviedad más interesadamente obviada, y la película figura cómo se piensan, sienten o experimentan las consecuencias de esa casualidad. Ida, fuerte, seria, vibrante, llevará a Niccolò de nuevo hasta Mavi, hasta el horizonte fatal: basta que haya amistad (o amor) entre mujeres, que algo pase de una a otra, para que los pequeños trabajadores de la identificación sean golpeados por la inanidad.
Mañana martes, a las ocho de la tarde, en el cine-club de La Morada.