Pues bien, esta película que traigo aquí de la directora Marleen Gorris (1995) trata también acerca de las relaciones humanas que en éste caso, sin pretender acotar o definir los afectos, si son planteadas como fundamento político para la vida.
Éstas relaciones se dan en el entorno de un pueblito holandés después de la segunda guerra mundial y dan razón de la suficiencia de unas mujeres para organizarse en un lugar distinto al que ocupan las pesadas definiciones y convenciones de un pueblo que tenía los papeles asignados para el amor, la amistad o el matrimonio. La granja de Antonia se convierte entonces en un refugio donde conviven los desclasados y marginales del pueblo. Un grupo muy variopinto de gentes entre las que se empiezan a tramar insólitos vínculos que van del amor imposible a la pasión, o de la amistad y los cuidados a la indiferencia.
Las historias se urden entre un grupo de gente muy diversa, que sin embargo acierta haciendo reconocibles caracteres pues sin farragosas ambiciones ni oscuridades interpretativas, creo que llega a un amplio grupo de gente a presentar heridas que bien nos pueden suceder a muchas.
Propongo además, ver la película como un cuento entrañable incluso en los momentos mas escabrosos y violentos, pues no deja de ser mágica y poética.
Hay personajes con una locura grotesca, una mujer que no habla sino que grita en lienzos, un hombre que se exilia del mundo refugiándose en los libros y unos misteriosos aullidos a la luna que acompañarán toda la historia, lo que hace de la variedad de estas minorías fundadoras de otros ritmos que no se atienen a la “buena conducta”.
La reflexión sobre la sexualidad, el poder, la muerte y la locura estarán presentes todo el tiempo.
Por último diré, por si fuera sugerente, que se trata de una película fundamentalmente atea en cuanto a cualquier forma de justicia suprema, pues fundamentados en esos lazos entre las gentes, los agravios son contestados como algo no privado y que concierne a todas, pues si hay algo a destacar en ella es cómo los sucesos y los dolores que van ocurriendo no son propios, sino que la vida se da en plural, que no es poca cosa contra lo que está dictado por el señor amén.
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