Si surgió entonces Cocorico Monsieur Poulet (o dicho de otra manera: “la de los pollos”) fue por reacción, por echarse al campo y lejos de la fábrica, al ritmo de los que en aquella fiesta bailaban. Fue por continuación del movimiento, y por aceleración.
Tres hombres salen a la sabana a comprar pollos que revender en la ciudad. Parten en un coche, (¿es eso un dos caballos?) que lo mismo acelera, sí, que se queda parado. No importa, la velocidad es aventura, sí, pero la avería también lo es. Cuando la máquina no se mueve, lo hacen los tres hombres. Bueno, y cuando se mueve la máquina ellos también se mueven. Esto es un no parar.
(Un no parar, sí, precisamente, aprovechemos para decir dos o tres palabras sobre Rouch, que era un hombre que no paraba, un hombre de cien películas. Ingeniero, luego antropólogo, luego documentalista, luego ya cineasta, Los maestros locos, Yo un negro, La pirámide humana, La caza del león con arco... Precursor de la Nueva Ola, dicen los diccionarios, por la ligereza en la manera rodar, quizás. Y, bueno, es cierto, la Nueva Ola fue, entre otras cosas, unos cuantos espectadores de las películas de Rouch. Buenos espectadores. Pero esa es otra historia. Lo que importaba aquí era decir: Jean Rouch era un hombre que no paraba. Y un hombre con su máquina, una cámara Éclair, que conocía bien, y sabía reparar, una cámara que era como un dos caballos.)
Otro cineasta dijo una vez que el cine era pasárselo pipa, que uno podía pasarlo mal y llorar, pero no dejaba de pasárselo pipa. Utilizaba en realidad una extraña expresión francesa, “prendre son pied”, “cogerse el pie”. Parece ser que el “pie” era, en el argot de los piratas, el botín.
Vengan a perseguir pollos, atravesar ríos y disfrutar averías, vengan pues, a coger su parte del botín (que es inagotable), este martes, a las ocho, en La Morada.
P: Puede decirnos algo sobre el filme que tuvo su premiére en Estados Unidos en las proyecciones del Museo:Cocorico, monsieur Poulet.
JR: El tema de esta película son los “marginados” de África. Yo llegué a la conclusión de que los cambios en la sociedad se deben a aquellas pocas personas que están en el margen. Ellos ven bien el absurdo de la economía del sistema. Los considero como una especie de “vanguardia” popular, que tiene que encontrar alguna manera de sobrevivir sin ser atrapados por el sistema. Son marginales. El filme trata sobre tres hombres que salen con su auto al campo a comprar gallinas para revenderlas en una gran ciudad. Los tres personajes me ayudaron a escribir y filmar la historia. El auto que se ve pertenecía a Lam, el personaje principal. Él andaba en un radio de 50 millas buscando gallinas y pescado. El auto no tenía licencia, ni frenos, ni luces. Pensé que iba a ser interesante mostrar la rutina de esta economía marginal.
P: En el film, !as gallinas que compra son de un área contaminada. ¿Usted apoya este tipo de marginalidad ?
JR: No había contaminación. Aquel problema ocurrió dos años antes de la epidemia. Hubo una zona prohibida durante un mes. El cartel que aparece en la película fue hecho por nosotros. Lo pusimos al final como una broma.
P: Eso creó un problema para aquellos que, como nosotros, desconocían la situación. Lo que vimos parecía reforzar los prejuicios básicos contra los africanos. El rostro malvado de la mujer que hechiza. La policía es inepta. Los comerciantes tienen un auto peligroso unido con saliva y goma. La gente vende gallinas contaminadas. Su idea de mostrar los “hippies” de África no funcionó.
JR: Tal vez esto es su propio prejuicio occidental.