Este es en pocas palabras su argumento. A orillas del Ganges, cerca de Calcuta, Harriet y sus amigas Melanie y Valerie, hijas de colonos británicos, reciben la visita del capitán John, un mutilado de guerra. A través de la mirada de Harriet asistiremos al descubrimiento del amor y sus zozobras, pues las tres amigas se enamoran muy pronto del capitán. Harriet tiene un hermano pequeño, que es su compañero de juegos. La casa familiar se abre a un hermoso jardín, que es su reino, y ellos están juntos hasta que la llegada del soldado hace que Harriet se olvide de su hermano.
El martes, 9 de octubre, a las ocho de la tarde, en el cine-club de La Morada El río, de Jean Renoir “Si non es lo que quiero, quiera yo lo que es”, dice Sem Tob. Dichas palabras expresan la aceptación moral de la realidad, que pasa por el sometimiento a la necesidad como ultima ratio. Pero el hecho de que no haya otra opción no convierte lo que hay en deseable. La operación consistente en racionalizar la realidad, convirtiendo lo que hay en necesario, e incluso llegando a asumir la necesidad como norma ética, adopta formas tales como la justificación del dolor o la legitimación de la dominación. Hay imágenes (como la de la llamada “ley de vida”) que están más manidas que la más sobada baraja de cartas españolas, y, sin embargo, siguen formando parte del acrisolado repertorio de los propagandistas de la facticidad, quienes las manejan con el mismo desparpajo que los parroquianos más asiduos a las refregadas mesas donde se oficia el viejo rito del mus, la brisca y las siete y media. Lo que hace sospechosa de mendacidad a la imagen del río como término con el que se identifica la vida no es el hecho de que sus aguas discurran sin descanso (así el día presente), sino el que vayan a dar a la mar, porque convertir “el morir” en “la mar” significa manipular la ciega, azarosa e incomprensible facticidad hasta el punto de convertir lo contrario a la vida por antonomasia en una parte más de la misma. Jean Renoir tiene 56 años cuando rueda El río, la más conmovedora de sus películas. Lleva años viviendo en Estados Unidos, país al que llega huyendo del fascismo, y donde encuentra desde el principio grandes dificultades para dirigir. El río, basada en una novela autobiográfica de Rummer Godden, una gran especialista en narraciones juveniles, la rueda en la India. Destacan en ella la perfecta mezcla de realismo y romanticismo, la verdad de la interpretación de los actores, en su mayoría no profesionales o con muy poca experiencia, y la excelente fotografía, en el brillante Technicolor de la época, de Claude Renoir. Este es en pocas palabras su argumento. A orillas del Ganges, cerca de Calcuta, Harriet y sus amigas Melanie y Valerie, hijas de colonos británicos, reciben la visita del capitán John, un mutilado de guerra. A través de la mirada de Harriet asistiremos al descubrimiento del amor y sus zozobras, pues las tres amigas se enamoran muy pronto del capitán. Harriet tiene un hermano pequeño, que es su compañero de juegos. La casa familiar se abre a un hermoso jardín, que es su reino, y ellos están juntos hasta que la llegada del soldado hace que Harriet se olvide de su hermano. Guastavo Martín Garzo
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