Robert Kramer y John Douglas cuentan que tenían "la sensación de habernos desarmado voluntariamente, de habernos ido a casa, de haber dejado de estar atentos" y que "el proceso de rodaje de la película fue el proceso de movilizarse de nuevo". Tres años de rodaje, y de viaje, de punta a punta de los Estados Unidos, para filmar qué ha sido de quienes (un puñado de quienes) lucharon públicamente en la década anterior. De los que fueron encarcelados por ayudar a los desertores de la guerra de Vietnam, de los que se establecieron en fábricas, de los que se retiraron a los bosques, a las comunas... Para filmar la memoria que estos cuerpos conversadores llevan consigo. Y sin embargo, más que un documental sobre el reflujo de la izquierda americana Milestones es: ¿en qué consiste una tribu? ¿Y cómo da consistencia esta tribu a su propia puesta en imágenes?
Puesta en imágenes de la decisión y sus consecuencias: decidir tener un hijo, regresar a las ciudades, abandonar un empleo, renunciar a ciertos privilegios, retomar la militancia tras el impasse, integrarse en una comunidad... Y aquí es donde la tribu muestra sus límites: su dificultad para comprender a quien no se le asemeja, por ejemplo. Y su paciencia que no se aviene con la urgencia que impone el afuera, ese contracampo casi invisible (pasado y presente de la nación norteamericana, rescatados de los archivos) que acaba por irrumpir a la menor ocasión. Milestones no es una película confortable, ni siquiera reconfortante. Guarda la fuerza y la incertidumbre de los comienzos, o mejor, de la vuelta a empezar: lo precioso, lo emocionante en la película de Kramer y Douglas es que ellos no saben más que sus personajes, pero lo que saben, quieren usarlo para construirse una barricada y señalizar un porvenir.
Mañana a las siete, hora y pico antes de lo habitual, que no se pierda nadie, en el cine-club de La Morada.