La casa blanca está en una tierra árida donde ahora apenas hay vegetación. Más acá está un desierto que tiene que atravesar todo aquel que quiera emigrar a Lima. Más allá hay prados verdes y grandes viñas en las que trabaja todo aquel que es contratado. A un costado de ambos lados hay una gran casa ahora casi derruida donde vive un niño huérfano ahora casi eremita que no está ni en la escuela ni en el partido de fútbol. Ni con el párroco.
No está sólo este huérfano, está el niño y la familia que emigra, el profesor, el párroco, los trabajadores de la uva, los propietarios de la uva y la muchedumbre cuando las procesiones. De la anterior película se nos ocurrió que el carácter caricaturesco de los adultos estaba inducido por los propios niños, y que la película que acabábamos de ver se asumía y hacía desde esta posición. La película que vamos a ver el próximo martes veintiocho a las ocho en la morada, en cambio, fue hecha por unos cuantos adultos en Perú en 1972.