La pequeña comunidad de Lampedusa apenas perfilada en Respiro, la película de Emanuelle Crialese que vimos la semana pasada, nos hizo pensar en otras narrativas cerradas donde las condiciones de vida resultan constitutivas y no tanto una colección de violencias, desigualdades e incomunicaciones. El hecho de especificar lo que nos había alejado del film supuso una especie de reparación o continuidad a partir de la cual fueron apareciendo diferentes posiciones con respecto a los conflictos que allí se insinuaban. Detectar las zonas que más nos interesaron aportó una serie de nombres propios y títulos de otras películas que antes que aparecer como buenos ejemplos se nos presentaron como materiales con los que empezar a hablar sobre una comunidad.
La terra trema, el segundo film de Luchino Visconti (1948) lo recuerdo poblado de estas rutinas de supervivencia individuales y colectivas. En una de las líneas de los créditos iniciales el director anuncia que el film está interpretado por pescadores sicilianos. Y son estos habitantes de Aci Trezza quienes van a conducir un tipo particular de tensión entre la tradición de una comunidad de trabajadores y el atisbo individual del protagonista. Barcas, redes, piedras, bullicio, dialectos y claroscuros participando de un estado flotante donde la lucha por salvar el día es tanto un elemento capaz de visualizar un conflicto entre diferentes grupos como un contrapunto sensual donde personajes y naturaleza exponen una continuidad. Un conjunto de “situaciones ópticas puras” (André Bazin) y un pueblo sureño presentado antes como el –molde de unos cuerpos– que como un escenario donde ubicar conflictos.