Hay que añadir su rol (profesión o empleo) en la sociedad para definir al adulto. No al joven ni al viejo. Sans toi ni loi (Sin techo ni ley, Agnès Varda, 1985) es un cómo hemos llegado aquí y el "aquí" es la zanja en la que se ha encontrado literalmente muerta de frío a Mona, una chica SDF o sea "sans domicile fixe", acrónimo eufemizador de vagabundos en Francia. Del cómo pueda ser eso de morirse de frío literalmente no sabemos casi nada, y Varda, que no busca causas ni culpables, emprende una investigación de cineasta. Vuelve sobre los pasos de Mona y va encontrándose a los que ella encontró, compañeros de un día. Y nosotros descubrimos que con esta chica no ha habido manera, lo descubrimos en presente, claro: vemos que toma poco y no da ni las gracias, camina, come y duerme de acá para allá con la inquietante despreocupación de quien nada tiene y nada espera. Que rechaza una y otra vez lo que se le ofrece, no sólo lo peor, sino también las apariencias razonables, las soluciones que se dirían felices. Un jipi de fábula le dice "Tú no existes" cuando se niega a trabajar y establecerse y es que los jóvenes y los viejos apenas existen, así empezábamos, simplemente son. Y Mona, además, prefiere no. Porque sí. ¿Qué es, cómo sería, un puro movimiento de rechazar? Algunos indicios mañana martes a las ocho en el cine-club de La Morada. Como si las cuentas con lo "social" hubieran sido saldadas, como si a partir de ahora fuera con el paisaje que hubiera que luchar... y contar.
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